Se trató de una revuelta contra varias innovaciones fiscales introducidas por orden del visitador José Antonio de Areche. La población se levantó contra la aduana recientemente establecida en Arequipa, contra la rigidez implementada en el cobro de la alcabala, que se había incrementado del 4 a 6% y aplicado a mercancías exentas por ser producidas por los propios indígenas que los comerciaban. En la revuelta participaron criollos, descontentos por la introducción de un impuesto del 12,5% al aguardiente, cuya producción controlaban; mestizos, contrarios a medidas que parecían dirigidas a considerarlos tributarios; e indígenas, descontentos por las innovaciones en el cobro de la alcabala y por el reparto de mercancías. La madrugada del 14 de enero de 1780 la multitud asaltó el edificio de la aduana, vació sus arcas y quemó documentación relativa a la tributación del tráfico comercial terrestre. Aunque el corregidor Semanat reaccionó ordenando clausurar la aduana y suprimir el cobro de la alcabala, su vivienda se convirtió en objetivo de la revuelta y fue quemada al día siguiente. El día 16, la multitud fue aplacada por la milicia urbana convocada por el corregidor, que había precisado huir, al igual que Juan Bautista Pando, administrador de la aduana. La proliferación de pasquines que incitaban a la revuelta y amenazaban a Semanat, Pando y a ricos comerciantes peninsulares, llevó al historiador Guillermo Galdós a referirse a este levantamiento como “Rebelión de los pasquines”.