Motín estrechamente ligado al contrabando en la Raya hispano-portuguesa. Se inició el 15 de enero de 1755 en la población extremeña de Ceclavín, cuando el administrador de rentas de Alcántara, acompañado de un grupo de hombres armados, trató de registrar la vivienda de unos supuestos contrabandistas de la localidad. Varios cientos de personas acudieron en auxilio de los sospechosos y, rodeadas por una turba enfurecida, las autoridades sólo pudieron escapar gracias a la mediación de un sacerdote. La reacción de la Monarquía no se hizo esperar y quince días después se presentó en la villa un contingente militar de 1.300 hombres con afán punitivo. Para entonces, los principales contrabandistas, ya se habían refugiado en las localidades portuguesas del otro lado del confín, por lo que los intentos para detenerlos fueron por norma infructuosos. Aunque se instauró el toque de queda, se dictaron sentencias y fueron detenidas algunas personas, apenas sí se producirían avances en las investigaciones en torno al contrabando en los siguientes meses. Fue la noticia del terremoto de Lisboa, que tuvo lugar el 1 de noviembre de ese año, aquella que curiosamente permitió recobrar la normalidad en Ceclavín. El Ministerio de Guerra español autorizó, ante la magnitud del desastre, el libre tránsito de personas y bienes desde Extremadura a Portugal para paliar las dificultades del reino luso, de modo que el contrabando pudo seguir practicándose en la región como se había hecho hasta entonces.