La rebelión o revuelta de los indios Pueblo fue una rebelión de gran parte de los indios Pueblo bajo el mando de Popé y en alianza con los Apaches. La rebelión logró derrocar el dominio de los colonizadores españoles en la provincia de Santa Fe de Nuevo México, en el actual estado estadounidense de Nuevo México, durante 12 años. Después de la colonización de Nuevo México en 1598 el catolicismo había sido impuesto a los indios Pueblo por los misioneros que quemaron sus fosas ceremoniales, máscaras y otros objetos sagrados. Los indios fueron juzgados en los tribunales españoles y recibieron castigos severos o fueron sometidos a esclavitud. A partir de 1645 hubo varias revueltas truncadas, después de cada una de las cuales los curanderos fueron especialmente represaliados. En 1680 un curandero llamado Popé, del pueblo de San Juan, después de ser liberado de su encarcelamiento, se creyó ordenado por los espíritus ancestrales tribales para restaurar las viejas costumbres. El 10 de agosto inició una revuelta a gran escala en la que participaron casi todos los pueblos. El 21 de agosto los españoles se vieron obligados a huir, dejando atrás 400 muertos, incluidos 21 sacerdotes. Los indios celebraron su victoria anulando los matrimonios cristianos y destruyendo iglesias. La rebelión obligó al abandono de sus casas, tierras y posesiones a más de 2.000 colonos. Los indios permanecieron libres hasta agosto de 1692, cuando Nuevo México fue reconquistado por el gobernador Pedro de Vargas.